Desde hace ocho años, el activista social defiende, desde distintas tribunas, los derechos de los sectores más deprimidos del país. “Chúo” asegura haber sido moldeado por las mujeres de su vida. Aprendió a leer a los cuatro años y militó en el PCV desde los trece. Cree fielmente en Dios, se levanta a las tres de la mañana y es fanático del Barcelona y del Magallanes
Por Adriana Núñez Moros
Cuando se le habla de política venezolana, se distiende, como si se encontrara impartiendo cátedra sobre su materia predilecta. Sus manos robustas pareciesen querer abarcar sus 55 años de historia vivida y otros tantos de la que ha estudiado con ceñudo interés.
Jesús Torrealba se
imagina "viejito
escribiendo poemas y música" (Foto: ANM)
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Jesús
nace el 18 de mayo de 1958 en el seno de una familia sindicalista, residente
del sector de los Magallanes de Catia, ubicado en el municipio Sucre de
Caracas. Es el segundo de los tres hijos concebidos por el dirigente obrero
Laureano Torrealba y la sindicalista del
sector textil, Marina Rodríguez. “Yo fui un comunista importado en
vientre. Nosotros vivimos un ambiente familiar preñado de eso. El tema del
partido comunista fue tan normal como que me saliera bigote”, asegura.
“Chúo”
aprendió a leer a los cuatro; desde entonces la curiosidad y el sentido crítico
fueron su guía. “El Papel Literario (encartado
en el diario El Nacional) me
encantaba, la gente lo echaba a un lado. Yo lo agarraba, junto a las
comiquitas, para leerlo y nadie entendía esa vaina”.
Así,
relata su ruptura con el Partido Comunista de Venezuela (PCV), en el año 1974, como
la consecuencia del contraste que hizo entre la teoría propuesta por Karl Marx
y el ejercicio de la política en el país. “Había un contraste entre la predica de
libertad y la estructura tan rígida, tan negadora del individuo en lo comunista”,
asegura.
Luego
de diez años de ser un agente independiente, decide desvincularse de la actividad
política y dedicarse de lleno a su vocación de activista ciudadano. En este
período, Torrealba obtiene los títulos de profesor del Instituto Pedagógico de
Caracas (IPC) y de periodista de la
Universidad Central de Venezuela (UCV).
Está
“harto” de la polarización en el país. No logra imaginarse sin su icónico
bigote. En su reproductor de música reinan Guillermo Carrasco, Tracy Chapman,
Beethoven y Soda Stereo. Aún se identifica con los valores de la izquierda y no
está de acuerdo con el criterio de escasez asociada al valor, propuesto por las
ciencias económicas.
El país visto por un “guapo de barrio"
-Si Venezuela fuese un barrio gigante, ¿quién sería el
“azote” y quién sería el “guapo”?
-Esa
pregunta no es hipotética; el país es, en efecto, un barrio gigantesco.
Allí habita el 56% de los venezolanos. El narcotráfico y el
armamentismo, esta combinación nociva de armas y drogas, ese es nuestro azote,
nuestro “pran”, ese es el gobierno real de nuestro país. El guapo es el
emprendedor, él es la última línea de defensa frente a la narcohampa.
Sin
embargo, entre el guapo y el azote de barrio hay un torrente humano que todavía
es, esencialmente, parte de la solución y no del problema, es una gran cantidad
de gente que aún tiene esperanzas en la movilidad social, y entiende como
palanca para esa movilidad al estudio y el trabajo.
-¿Venezuela es mujer?
-Siete
de cada diez activistas comunitarios son damas que empezaron defendiendo a sus
hijos, luego defendieron su cuadra, luego defendieron la calle y terminaron
defendiendo al barrio entero.
Ciertamente,
no es gratuito un slogan que sacó, no recuerdo si fue la Unesco, que decía que
la miseria tiene rostro de mujer en América Latina. Con la misma fuerza te
digo: la esperanza tiene rostro de mujer. Esta sociedad no existiera si no
existiera la mujer fuerte.
-¿Con cuáles valores de “lo popular” se siente identificado?
-En
los sectores populares es muy generalizada una actitud ante la vida que es “heurística”,
es abordar la vida para descubrir cuáles son las posibilidades, cuáles son las
opciones, dónde está la verdad. Yo también la tengo. Creo que en vez de tratar
de imponerle un preconcepto a la realidad, el hombre y la mujer de los sectores
populares descubren la realidad, ven el bien existente dentro el mal aparente, lo
transforman en oportunidades y avanzan.
Como
puso José Ignacio Cabrujas en boca de Eudomar Santos: “Como vaya viniendo,
vamos viendo”.
El “guapo de barrio” visto de cerca
-¿Qué es lo primero que hace al levantarse?
-Lo
primero que hago es darle gracias a Dios. Lo segundo es escribir algo. Generalmente
yo mando un tuit de buenos días a las 3:00, 3:30 de la mañana, que es la hora en la que yo me levanto. También
le veo la cara a mis hijos y me maravillo de que estén ahí. Lo otro es salir y enfrentarme
con la realidad, organizar la información del país y de Caracas, leerla y
comentarla en 21 minutos en el programa Del dicho al hecho (transmitido de lunes
a viernes por el canal Globovisión).
“Chúo” breve
Globovisión: Posibilidad
Autor favorito: Maquiavelo
Comida: Pasticho de berenjena
Poeta y poesía preferida: “Chino” Valera Mora y su poema Venezuela, maravilloso país en movimiento
Película favorita: El show debe continuar
Frase favorita: ¡Fuerza, Venezuela!
Caricuao: Básquet
Catia: Pelotica e’ goma
Barrio: Salsa
Patria: Colores
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-¿Cómo hace para no amargarse al leer tantas malas noticias,
tan temprano?
-Hacer
El Radar, tanto en su versión radio,
como en su versión televisión, implica contacto con la gente. Y esa es la razón
de por que los titulares no me amargan, porque por un lado contrasto los
titulares con las caras de un país que se mueve, esto se mueve, es
impresionante.
Hay
gente haciendo cosas interesantísimas, brillantes, a veces veo cosas tan, tan,
tan duras que a mi me da “cosa” decir que tengo problemas. Cuando yo regreso de
mi trabajo digo: “¿Qué problemas? Yo soy un hombre privilegiado”.
-¿A quien admira?
-Yo
admiro a Marina Rodríguez, mi madre, tronco de tipa. Yo admiro a Martin Luther
King, a Gandhi, a Mandela: son tipos con coraje, porque pudieron pelear, porque
lo hicieron por lo que era justo. Entendieron que el fin no justifica los
medios, los condiciona.
-¿Qué lo hace feliz?
-Me
encanta que gane el Barcelona, el Magallanes. Me encanta la música, la salsa en
todas sus expresiones, el jazz latino, el rock en español. Me encanta cocinar,
me encanta una tarde sencilla con mis amigos escuchando música, mientras yo
cocino y les invento tragos. Me encanta leer, lo hago por placer.
-Si tuviese al niño que fue frente a usted, ¿cómo lo vería?
-Yo
le tengo mucho cariño al niño que yo fui porque ese mismo niño, hubiese tenido
cualquier ventana para despegar, pero, el niño que yo fui era un chamo con la
habilidad de darse cuenta en donde estaba parado, cuál era el tamaño del rollo
y de lo precario de las herramientas que tenía y le echó pierna. Por eso yo amo
el periodismo, porque es una ventana al mundo.
-¿Es una persona sentimental?
-Sí
vale, yo soy Tauro, soy muy llorón. Yo tengo una complicación, porque soy
comunicador y, para comunicar con eficiencia la realidad que palpo, no puedo
permitir endurecerme, porque ese callo me va a desnaturalizar, me deslindo de
la realidad. Tengo que hacer una cosa compleja: despojarme de herraduras. Si me
conmuevo me conmuevo, si me alegro me alegro y punto.
-¿Qué papel tiene Dios en su vida?
-Poco
a poco he ido construyendo una relación de calidad con mi tocayo. Me bauticé a
los “40 y pico de años”, fue un proceso de mucha convicción y de saber por qué
lo hacia. Para mí, existe una fuerza rectora en el universo y es el amor, y el
amor es ley de Dios. Todo lo que vibre en amor, termina expresando sintonía con
esa realidad.
Jesús
“Chúo” Torrealba sueña con que, en poco tiempo, el proyecto El radar de los barrios derive en una
suerte de universidad comunitaria “Ojalá podamos construir un espacio donde la
gente pueda relacionarse, ahora nuestra sede son los ranchos y el corazón de la
gente”, afirma.
Sus
pequeños ojos se abren al hablar de su futuro. Se vislumbra, a largo plazo, escribiendo
poesía y música. “Una mezcla de Caetano Veloso con Simón Díaz. ¿Te imaginas el
privilegio de que cosas que uno escriba los jóvenes las repitan y las canten,
para expresar el amor o su opción política?”, pregunta ilusionado.
“El
tema del poeta popular, del juglar, así me lo imagino yo, así, bellísimo”,
sueña, como si pudiese mirarse allí, viejito, haciendo poemas y canciones.
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